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BALONCESTO

Kobe Bryant y la historia de cómo devolvió la hegemonía al baloncesto estadounidense

La entrada de la estrella de los Lakers cambió el curso de la historia para la selección de Estados Unidos, favoritísima en el Mundial que empieza en poco más de un mes.

Kobe Bryant y la historia de cómo devolvió la hegemonía al baloncesto estadounidense

Estados Unidos siempre fue el equipo hegemónico en baloncesto en los Juegos Olímpicos desde que la FIBA autorizó a los jugadores NBA a competir en 1992. El mítico Dream Team puso la primera piedra de un dominio que se extendió en todas las competiciones internacionales hasta 2004, momento en el que la competitividad hizo crack.

El equipo norteamericano demostró ser mortal en los Juegos Olímpicos de Atenas, perdiendo por primera vez en una década. Tim Duncan y Allen Iverson lideraban a una jovencísima generación entre los que se encontraban LeBron, Carmelo o Wade.

Todos ellos se dieron de bruces ante el incremento de nivel del baloncesto internacional con Puerto Rico, Lituania y luego Argentina propinándoles tres derrotas que les convertirían en medalla de bronce del torneo.

Ese mismo resultado se repitió en el Mundial de Japón de 2006. España resultó campeona y a los estadounidenses les mojó la oreja la sorprendente selección de Grecia. Los yankees, sin ser campeones de nada, tuvieron que jugar torneos continentales clasificatorios para ganarse su pase a los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008.

FIBA Américas se lo puso en bandeja a los estadounidenses organizando el torneo continental de 2007 en Las Vegas. Estados Unidos jugaba en casa en lo que iba a ser un hipotético paseo hasta conseguir el campeonato y el pase a la cita que se celebraría en China un año después.

La llamada decisiva

USA Basketball, la Federación de Baloncesto Estadounidense, se afanó en evitar los errores del pasado abriendo el abanico a nuevas incorporaciones de estrellas de la NBA para no agarrarse únicamente a una generación de los LeBron, Carmelo y compañía que ya se había estrellado en dos ocasiones.

Jerry Colangelo, el líder de USA Basketball, empezó a trabajar para traer a esos jugadores que diesen un extra y se propuso seducir a un Kobe Bryant que no había mostrado interés en vestir la camiseta de la selección norteamericana.

La realidad es que Kobe estaba un poco resentido de haberse quedado fuera de la selección estadounidense que ganó el oro olímpico en Sydney 2000.

Tras largas conversaciones, la estrella de los Lakers accedió a acudir a Las Vegas y ponerse a las órdenes de un entrenador poco reconocido en el ámbito profesional -aunque sí en el universitario- como Mike Krzyzewski. Kobe detectó enseguida el problema, pero en lugar de denunciarlo y crear un mal ambiente, quiso hacer ver a sus propios compañeros lo que hacían mal.

El esfuerzo al servicio del talento

Kobe se levantaba ese verano cada día a las 4 de la mañana para mejorar su juego. Las dos sesiones de entrenamiento -una a mediodía y otra de tarde- le parecían escasas al bueno de Bryant, quien madrugaba para entrenar y de paso cruzarse en el hall del hotel con sus compañeros regresando de ‘farra’ una noche sí y otra también.

Al principio muchos intentaban esquivarle, otros se ponían colorados y la mayoría terminaron picados con Kobe. “Veíamos que el secreto de por qué era tan bueno no era el talento solamente, sino que trabajaba como el que más. Como no íbamos a ir a entrenar con él aunque fuesen esas horas”, reconoció un LeBron James al que ya no volvieron a ver en un club de fiesta en ese verano.

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Kobe Bryant, a través del ejemplo, consiguió encender la llama de sus compañeros para que dejasen de tomarse la selección de Estados Unidos como un pasatiempo y que la convirtieran en la piedra angular de su verano.”Ganamos el campeonato y todos volvimos siendo mejores jugadores por culpa suya. Todos predicamos con el ejemplo que nos dio”, añadió Carmelo, otro de los que estuvo en los naufragios anteriores.

Con Kobe en el campo, Estados Unidos nunca volvería a perder un partido de baloncesto y eso que la mejor España de la historia los llevó al límite en un par de ocasiones.

A veces no hay que gritar ni intimidar, Bryant tenía clara cuál era la fórmula secreta para conseguir que sus compañeros se implicaran al máximo y no era otra cosa más que avergonzarles.

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