FÓRMULA 1
La estrecha relación entre los aviones privados y los pilotos de Fórmula 1
La mayoría de pilotos de Fórmula 1 utiliza aviones privados para optimizar su tiempo a la hora de participar en las carreras.
Juego Seguro. +18 Juega con responsabilidad.
Ser piloto de Fórmula 1 es una profesión en la que el tiempo no sobra. Además de pasar 300 días al año fuera de casa, los conductores se someten a más de 150.000 kilómetros al año en vuelos por todo el planeta para cumplir con el exigente calendario de 24 Grandes Premios que componen el Gran Circo. Para ahorrar tiempo, muchos de ellos optan por elegir como medio de transporte el avión privado.
Sólo los grandes pilotos, y no todos, son propietarios de un jet. El vigente campeón del mundo Max Verstappen tuvo que esperar varios años hasta hacerse con el suyo en 2020. Le compró al dueño de Virgin, el famoso Richard Branson, su Dassault Falcon-900EX por 10 millones de euros y lo decoró a su antojo, dejándose dos millones más por el camino.
El holandés viaja a cada carrera con su avión a cada carrera salvo al Gran Premio de Mónaco, donde tiene su residencia. Verstappen paga gustoso la multa de dos millones que le ponen por sobrepasar las 500 horas de avión anuales con su proyectil. En su caso, Red Bull, nunca mejor dicho, le puso alas para estar en cualquier sitio.
Otros métodos
Hasta que Verstappen consiguió reunir el capital suficiente para hacerse con su avión, el holandés viajaba en lo que se conoce en la Fórmula 1 como el avión ‘comunal’. Habitualmente varios pilotos que residen en una misma localidad, pongamos Mónaco de nuevo como ejemplo, se reúnen para asistir a las carreras compartiendo gastos en uno de estos aviones privados.
Una de las parejas más sonadas que utilizan este método es la que forman Fernando Alonso y George Russell, quienes pese a ser rivales en la pista, viajan juntos a cada carrera. Español y británico tienen sus motivos para no tener su propio jet privado y prefieren ahorrar costes y multas viajando juntos a cualquier destino como un matrimonio feliz. Ayuda bastante en la relación que Russell tenga una novia española y que casi todos los que van en ese vuelo hablen nuestro idioma.
Otras, como la escudería Ferrari, han decidido directamente meter como patrocinador a un flota de aviones privados como los de la empresa Vista Jet. Así las cosas, Charles Leclerc y Carlos Sainz siempre viajaban en el mismo vuelo a cada carrera, aunque a veces salten chispas en la pista.
Una práctica muy antigua
En los años 60, se pusieron de moda los aviones privados entre los pilotos de Fórmula 1. De hecho, era habitual que hasta los propios conductores de los reactores fueran los deportistas, quienes previamente se habían sacado la licencia de vuelo.
Un ejemplo de ello fue Jim Clark, dos veces campeón del mundo en 1963 y 1965, quien compró un avión Piper Comanche al dueño del equipo Lotus y jefe, Colin Chapman. El británico fue un pionero al que siguieron los pasos otros campeones como Graham Hill. El único campeón de la ‘triple corona’ -Mónaco, Le Mans e Indiánapolis- falleció precisamente en 1975 en un accidente regresando del circuito francés de Paul Ricard.
Hasta hicieron negocio
Tal es la fascinación que tienen los pilotos con los aviones que hasta todo un tricampeón de Fórmula 1 como Niki Lauda montó su propia compañía de aviones. El austríaco empezó por los chárter y terminó teniendo la aerolínea más grande de su país en los años 90, hasta que se fusionó con Austrian Air. Luego su compañía sería adquirida por Ryanair.
Otro que estuvo encantado con los jet privados al principio de su carrera fue un Lewis Hamilton que decidió poner a la venta su avión en 2021 como ejemplo de concienciación climática. No es que el británico haya dejado de ir a las carreras en avión privado -sigue volando en el ‘comunal’-, pero tomó esa decisión para concienciar a otros privilegiados de ahorrar emisiones.
La Fórmula 1, con sus tres cuartos de siglo de historia, tiene una relación difícilmente evitable con los aviones. Es lo malo de tener que competir en todos los rincones del mundo durante 300 días al año.