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CICLISMO

Las 5 enseñanzas que nos deja el Giro de Italia 2023

La ronda italiana, pese al agónico final, tuvo pocos momentos de emoción porque la organización pecó de conservadora.

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Las 5 enseñanzas que nos deja el Giro de Italia 2023

La primera Gran Vuelta del 2023 terminó en las calles de Roma con un final que cualquiera organizador hubiese firmado. Victoria al sprint para una leyenda como Mark Cavendish y maglia rosa para uno de los ciclistas más queridos y respetados del pelotón como Primoz Roglic. Esas luces finales, sin embargo, no tapan una edición que ha tenido más sombras que destellos.

A continuación, repasamos algunas de las enseñanzas que ha aprendido la organización de la prueba de cara al futuro para no perder su estatus de Gran Vuelta emocionante y diferente. La Vuelta a España, de hacerlo bien esta temporada, puede poner en jaque su estatus de alternativa al Tour de Francia.

1) No hay que hacer recorridos a medida de nadie

Este Giro estaba pensado para un corredor que no era otro que Remco Evenepoel. El príncipe del ciclismo había confirmado su presencia en la prueba si se daban las circunstancias favorables.

Como la organización no consiguió convencer ni a Tadej Pogacar ni a Jonas Vingegaard, hicieron un recorrido a medida de los intereses del ‘pitbull’ belga con tres contrarrelojs. Abandonó a los 10 días de competición por Covid-19 y dejó al Giro huérfano.

2) Las etapas no se recortan y menos las reinas

Este Giro vio cómo una de sus etapas más esperadas con final, en la cumbre de Crans-Montana, se quedaba reducida a un tercio de los inicialmente previsto por la lluvia. Los corredores habían sufrido durante toda la semana las inclemencias meteorológicas y la organización decidió meter la tijera en la etapa donde se podían marcar grandes diferencias.

Fue un error imperdonable, aduciendo condiciones de falta de seguridad en los descensos.

3) Una contrarreloj no es un circo

La cronoescalada final que encumbró a Primoz Roglic, en Monte Lussari, fue una locura incomprensible para muchos espectadores. Ver a los ciclistas tener que parar en medio de crono para cambiar de bicicleta y algunos incluso de casco fue una experiencia anticlimax para los amantes del ciclismo.

Quizá tenían que haber establecido una única bici para todo el recorrido (como a la vieja usanza) para hacer una prueba de 18,6 kilómetros. Por otra parte, quizá habría que haberla puesto un día antes para obligar a los ciclistas a atacar a la desesperada.

4) Hay que hacer algo con las clasificaciones secundarias

Jonathan Milan se llevó el premio de la regularidad por incomparecencia de rivales. El sprinter italiano fue el único al que le motivó una clasificación totalmente descafeinada y que ha hecho un reparto de puntos no igualitario entre los ganadores de etapa.

Así las cosas, una etapa al sprint daba 50 puntos al ganador, mientras que una de media montaña daba 30 y las de alta montaña apenas repartían puntos. Este experimento ha sido un error de bulto.

5) Los veteranos no son sinónimo de espectáculo

Este Giro se lo han jugado mano a mano dos ciclistas muy por encima de la treintena como Geraint Thomas (37) y Primoz Roglic (33). Ambos han carecido de la valentía necesaria para lanzar un ataque más lejano que los últimos 5 kilómetros de etapa, haciendo una carrera de lo más previsible.

Los dos son corredores muy inteligentes que maximizan sus opciones, pero ni mucho menos atraen a las masas como sí logran los Van Aert, Van der Poel, Pogacar o Alaphilippe.

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