El experimento de la Copa NBA -conocida oficialmente con el nombre de In-Season Tournament- ha terminado por ser uno de los mayores triunfos de la competición en las últimas décadas. De hecho, el torneo venía con la vitola de provisional y, después de su primera edición, nadie duda de que ha llegado para quedarse y mejorar en el futuro al ser su potencial ilimitado.

Muchos creían que las estrellas de la NBA, como sí ocurre en el All-Star, se tomarían este evento a ‘cachondeo’, pero nada más lejos de la realidad. El triunfo de los Lakers, la alta competitividad mostrada, el hambre de las franquicias poco habituadas a pelear por grandes cotas y que todo se jugase a un partido han mezclado en un cóctel espectacular.

Las franquicias NBA están más que contentas porque se ha creado una identidad propia que les ha hecho recaudar mucho dinero.

Las pistas de colorines han dado al torneo un carácter diferencial y los encuentros del mismo han tenido un notable aumento de la afluencia del público al estar cosas en juego. Además, se han hinchado a vender camisetas ‘City Edition’, que eran las que los jugadores han vestido para la ocasión siendo esta una gran línea de negocio.

Los jugadores han recibido un buen pellizco adicional por hacer su trabajo. Los chicos de los Lakers han recibido una paga extra de 500.000 dólares, todos los que vistieron el uniforme de los Pacers 250.000 y los semifinalistas de los Milwaukee Bucks y New Orleans Pelicans 100.000 dólares.

Estos cheques no solucionan la vida a ninguno de ellos, pero un dulce no amarga a nadie.

Algunos de los jugadores lo han empleado en causas benéficas, otros en comprar los regalos de Navidad para su familia y hay incluso algunos que lo han reinvertido en la ruleta de Las Vegas.

El caso es que la NBA ha hecho muy bien poniendo unos incentivos económicos que, por ejemplo, se echan en falta en el All-Star. ¿Cómo demonios es posible que un jugador de plantilla de un semifinalista de la Copa se lleve a casa lo mismo que el campeón del concurso de mates?

Los cambios que están en mente

Sólo cuatro equipos viajaron a Las Vegas para la fase final del torneo y eso es algo que las propias franquicias han tildado como escaso. Como pasa, por ejemplo en España, el objetivo es que Las Vegas reúna a ocho aficiones diferentes en un fin de semana que sea completamente alocado e imprevisible.

Otras de las ideas que está flotando en el ambiente es que en lugar de fomentar que llegue un equipo de cada Conferencia a las finales del evento se puedan cruzar dos equipos de diferentes divisiones a partir de los cuartos de final.

Así se ganaría mucho picante en un aspecto que, por ejemplo, no se da en los Play-Offs al mantener el sistema tradicional de enfrentarse entre los equipos de la misma Conferencia. Jugándose en terreno neutral y a un sólo partido, esta idea adquiere mucho más sentido.

También se está debatiendo qué hacer con el alquiler del T-Mobile Arena de Las Vegas. El evento tuvo actividad tanto el jueves como el sábado con la gran final, pero muchos aficionados echaron en falta una programación para el viernes. Descartado que se juegue por un tercer puesto de la Copa como sí se hace en las Final Four europeas, hay otra opción sobre la mesa.

La NBA podría plantear en ese día previo a la final que hubiese una especie de All-Star en miniatura con concursos improvisados para los equipos participantes en la fase final de la Copa. Habría un representante de cada equipo para jugar mates, triples y habilidades sin mayor presión que engordar unos ya generosos premios económicos que se reparten en este evento.

Los jefes de la liga norteamericana han conseguido el objetivo inmediato de enganchar a la gente con contenido de calidad, competitividad y sobretodo identidad. La NBA estuvo muchos años mareando la perdiz con crear o no una Copa que parece ser un éxito rutilante a tenor de su primera edición.

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