CICLISMO
Pinganillo y potenciómetro: el debate más candente del ciclismo
Ambos dispositivos han cambiado la forma de correr de los ciclistas convirtiendo este deporte en algo mucho más previsible.
“No te lo olvides de comer, es lo más importante”, repiten una y otra vez los directores de equipo a sus ciclistas en las etapas importantes de las Grandes Vueltas. Como si fuesen robots, los deportistas obedecen esta y otras órdenes que reciben desde el coche como si no pudiesen pensar por sí mismos.
El famoso pinganillo fue un invento que se introdujo masivamente en el pelotón a finales de los años 90 y que perdura hasta nuestros días. Este dispositivo, que curiosamente apareció al mismo tiempo que el famoso EPO -doping que quita la fatiga-, ha sido un punto de discordia en el pelotón mundial hasta nuestros días.
Unos lo alaban y otros lo critican, pero el hecho es que los ciclistas se evitan grandes problemas gracias a los pinganillos. Sin ir más lejos, ya casi no existen las pájaras como antes porque, como hemos dicho en el párrafo introductorio, los directores se afanan en recordar en cada momento a sus ciclistas que deben estar hidratados y alimentados.
Otros, en cambio, defienden que los pinganillos son muy necesarios no sólo por motivos de seguridad, sino porque puede ayudar a que haya más espectáculo en carrera fomentando que las tácticas que se realizan en el autobús se lleven a cabo en el asfalto. La realidad es que desde que existe el pinganillo, los trenecitos de equipos que dominan la carrera son cada vez más frecuentes.
El recordado US Postal fue el pionero de esto y luego le seguirían el Sky y actualmente el gran dominador es el Jumbo. Todos ellos tienen claros unos deberes que la radio termina por dejar claros a los ciclistas y encima suben al ritmo que se les marca desde el coche sabiendo sus condiciones físicas tras haberlas entrenado en las semanas previas a la competición.
Correr guionizado
¿Cómo es posible? A día de hoy todos los ciclistas cuentan en su manillar con un potenciómetro y un pulsómetro que les informa de su actividad física al detalle. Ambos dispositivos facilitan mucho las cosas al coche de equipo, puesto que ellos conocen a la perfección el rendimiento que pueden dar sus ciclistas conforme a los datos que previamente han dado en los entrenamientos.
Así las cosas, en las Grandes Vueltas siempre se suele subir a ritmo y éste se va elevando conforme los gregarios de mayor nivel van entrando al relevo. El resultado de todo ello convierte al ciclismo en algo más previsible porque los líderes ascenden al ritmo que marcan a sus ‘trabajadores’, no habiendo riesgo de explosiones salvo que alguien ataque y rompa el guion preestablecido.
Esta situación ha intentado ser erradicada por una Unión Ciclista Internacional (UCI) que desea prohibir los pinganillos o, al menos, limitarlos en las etapas que terminan en puerto.
Hasta ahora los equipos habían dicho que este dispositivo era usado con un fin relacionado con la seguridad para advertir a sus ciclistas de los peligros, pero realmente -como se ha podido ver en los documentales recientes en Netflix- se usan para marcar un ritmo e informar de quién se queda.
Antiguamente, el ciclismo era un deporte mucho más instintivo y de sensaciones donde el que daba los pedales tenía la última palabra viendo sus propias sensaciones o la cara de sus propios rivales. Ahora los ataques están hasta programados.
La UCI quiere que esta situación regrese para dar más épica a un ciclismo cada vez más científico donde un ciclista vale los watios que pueda mover en su potenciómetro. Muchos aficionados, esta vez, sí están del lado de los directivos contra la tecnología.
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