Recordando a Charlie Ward, el Leonardo da Vinci del deporte estadounidense
El antiguo base de los New York Knicks en los 90 es reconocido unánimemente como uno de los deportistas más completos de su tiempo.

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Jugó en la NBA, pero podría haberlo hecho perfectamente tanto en la NFL como en la MLB. En su momento, Charlie Ward fue uno de los atletas más codiciados del deporte norteamericano por unas cualidades innatas que le permitían desarrollar cualquiera de las disciplinas más famosas de Estados Unidos al máximo nivel.
Con 1,88 de altura y 86 kilos de peso, Charlie Ward se convirtió en leyenda en la universidad de Florida State, lugar donde estuvo cuatro años haciendo auténticas barbaridades. El jugador ganó el Trofeo Heisman de 1993 como el mejor jugador universitario de fútbol americano del país, llevando a los Seminoles a ganar el Orange Bowl -la Superbowl a esos niveles- por 18-16 a Nebraska, con él como MVP.
Ward era un quarterback atípico para su tiempo puesto que además de ser un excelso pasador tenía capacidad de correr. Era una especie de Patrick Mahomes, salvando las distancias, aunque en esos días el hecho de hacer algo más que pasar era visto como una excentricidad una competición dominada por Dan Marino, Joe Montana o John Elway.
Las otras disciplinas
El jugador era una mala bestia que no se limitaba únicamente al fútbol americano, puesto que al mismo tiempo jugó al baloncesto universitario -promediando en su última temporada 10,5 puntos y 5 asistencias-. Además, en sus ratos libres jugaba al beisbol e incluso al tenis. De hecho, una curiosidad poco común fue que en 1994 participó en el Torneo Amateur de tenis Arthur Ashe, estando a punto de clasificarse para disputar el US Open.
En esta carrera totalmente polifacética, Ward llamó incluso la atención de la MLB (la mejor liga de beisbol del mundo), siendo drafteado en 1993 y 1994. El deportista fue seleccionado como pitcher por los Milwaukee Brewers en el draft de 1993 de agentes libres y por los New York Yankees en el draft universitario de 1994.
Pese a que jamás jugó a este deporte en la universidad, el bueno de Charlie acudió a hacer las pruebas de la MLB, llamando poderosamente la atención de unos ojeadores que se quedaron prendados de su capacidad física. Entre tanto paseo entre ojeadores, al deportista hubo una visita que le llamó la atención y esa fue su paso por New York.
La decisión
Cuando Ward se graduó en 1994, las ofertas se apilaban en casa de sus padres hasta llegar a un punto de agobio. El jugador era una moneda al aire en cuanto a su decisión sobre qué deporte profesional escogería, aunque la lógica indicaba que jugaría en la NFL, tras ser el mejor jugador del país el año anterior.
Muchos equipos, sin embargo, vieron en la ambigüedad de Ward un motivo para no garantizarle una elección en la primera ronda del Draft, haciendo que el deportista se desencantase con ese mundillo y anunciase, por sorpresa, que era elegible para jugar en la NBA. Los Knicks se lanzaron a por él, escogiéndole en primera ronda sin dudarlo. Según los dirigentes, la prueba que hizo Ward en su momento era la del mejor atleta que habían visto en su historia.
El jugador empezó en los Knicks como suplente y pronto llamaron a su puerta desde la NFL, arrepentidos por dejarle escapar. Los Kansas City Chiefs le querían como quarterback suplente del legendario Joe Montana ,prometiéndole la titularidad al año siguiente para convertirle en una estrella del fútbol americano. La oferta, sin embargo, ya había llegado muy tarde.
El legado
Ward se había enamorado de la ciudad de Nueva York y durante una década estuvo allí como base titular de los Knicks durante cuatro temporadas y jugando las finales de la NBA en 1999. Pudo haber sido lo que hubiese querido en el deporte profesional y se decantó sorprendentemente por el baloncesto, teniendo una carrera digna, aunque a ojos de muchos expertos desaprovechada para sus capacidades.
El deportista entró en el Salón de la Fama del Fútbol Americano en 2006 y es considerado como una de las figuras más legendarias del deporte en la ciudad de Nueva York en los años 90, al nivel de Patrick Ewing. Ward ha hecho de todo en esta vida y desde hace un tiempo es uno de los actores protagonistas de la serie Family Union de Netflix y tiene uno de los podcast más famosos del deporte americano. Este chico puede hacer todo lo que se proponga en la vida.
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